Cuando nos ilusionamos con alguien o algo, nos vienen a la cabeza muchos pensamientos. No pronunciamos las palabras en voz alta, pero escuchamos como retumban por dentro.
Y lo hacemos así, por miedo a que esa ilusión se acabe, por miedo a equivocarte, pensando que en voz baja, si sale mal, nadie se habrá dado cuenta y que aún sabiendo que algo va a acabar mal, guardas la esperanza de que si no lo piensas en voz alta, quizás te estés equivocando y callas a la espera, de no provocarte un sufrimiento innecesario. ¿Me equivoco?
Cuando pierdes la ilusión, aparece el frío transitorio y la desestabilidad emocional. Angustias de abandono, como diría Lucía Etxebarría. Te rindes y tiras la toalla, más común.
A veces, nos olvidamos dejarnos llevar y no tratar de controlar o buscar una explicación a lo que acontece, como no se buscan explicaciones a la caída de las hojas o al repentino aguacero de verano que estropea sin avisar una tarde de sol
¿Qué le puedo decir a aquellos que lo sufren? (incluida yo) nada más que sonríe, la vida está llena de ilusiones. Es un ciclo continuo y lo que tiene que ser, es, tal y como es (aunque lo pienses en voz baja).
viernes, febrero 20, 2009
Publicado por Emma en 00:26
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