Alicante - Atocha

Vagón nº 10 y diez asientos con diez historias diferentes...
No alcanzo a ver la cara de todas las personas que me acompañan en este viaje, pero a las que veo, puedo decir que no son muy diferentes a mí. Cada una tiene su historia propia y el fín de cada viaje es el regreso a casa o el inicio de unas vacaciones y volver a ver a sus seres queridos...
Alzando la vista, hacia la derecha, primeros asientos que van en sentido contrario, puedo ver a una mujer que quizás no supera los veinte años. Va sentada con sus dos hijos, un niño de unos dos años y una niña que puede que tenga tres meses. El niño va sentado junto a la ventanilla y la niña va sobre sus piernas, sin una mano que la sostenga, mientras la madre hace malabares por recogerse el pelo y a la vez sujeta con sus pies cuatro bolsas llenas de potitos, pañales, agua, etc.
Justo a mi izquierda, va un matrimonio mayor. El es muy gruñón, son el típico matrimonio que riñen por todo, se odian pero no sabrían vivir el uno sin el otro. Cuando por fín ella se sienta, se acabaron las discusiones y ya no se les escucha más. Nada más arrancar el tren, les miro y ella se ha quedado dormida y él también, abrazado a su muleta.
Justo detrás de ellos va una niña leyendo cuentos con su madre y en los asiento de delante mía, va un niño con su padre jugando al conecta cuatro.
Yo voy sentada al lado del pasillo y en ventanilla, una chica que es incapaz de dejar de llorar. No deja de sonarle el teléfono y solo la escucho despedirse y llorar disimuládamente. No puedo evitar ofrecerle un pañuelo y ella me sonría y me dice...
- Qué difícil es esto...
Yo se que se pasa mal en las despedidas y la entiendo, aunque no sepa su historia, pero dicen que los ojos son el espejo del alma y a veces no es difícil leer en los ojos de la otra persona.
Sólo espero que a la vuelta, haya alguien que lea en los míos y me ofrezca un pañuelo también, porque quizás lo necesite. A mí tampoco me gustan las despedidas...